“Mónica” sufría de constantes maltratos por parte de su pareja

Mónica es una mujer de 33 años que lucha cada día para poder darle un mejor futuro a “la razón de su vida”, Natalia su hija de 8 años. Su casa es modesta, pero ordenada, cada cosa en su lugar, decorada por adornos pequeñitos de porcelana sobre un pequeño estante de su sala y los colores lavanda de las paredes, de la sala, asemejan a un gran campo de tranquilidad, tranquilidad que unos años atrás no tenía.

Los primeros síntomas

-Comenzamos muy jóvenes, a los 16 años ya éramos enamorados y salíamos por todos lados, pero lo que no me gustaba de él, era que se ponía violento ante cualquier discusión- Me cuenta mientras se toma una infusión caliente, como para entibiar el cuerpo ante tan estremecedores recuerdos.-Yo no le daba motivo alguno para que se moleste conmigo, pero cuando una cree estar “enamorada” también cree que tiene la culpa-Mueve su cabeza mientras hace una breve pausa-¿Por qué seguiste con él?- le pregunto mientras cojo mi tacita humeante. –Porque se piensa que todo va ser diferente, que todo va a cambiar y que una puede hacer cambiar al hombre, pero hija, si el hombre no te ama, nunca cambia- Deja a un lado la taza, se lleva la mano derecha a la cara de forma pensativa –Ahora que ya estoy más tranquila, no sé cómo pude estar con él, pero le quería- ¿Tus padres, tu familia que opinaban sobre tu relación?- Me decían que lo dejara, que no me iría bien si seguía a su lado. Nosotros terminábamos pero volvíamos, todo por promesas de “amor”, me pedía perdón y hasta a veces me hacía sentir culpable.

La enfermedad pega fuerte

Mientras recoge las tazas, se ve en su rostro la crudeza de la vida que tuvo que pasar, en su cara se ven reflejadas algunas de las marcas que la “enfermedad”, de quien decía amarla, impregno en su rostro. -Me comentaste que la familia de tu ex pareja era violenta ¿Justificabas su comportamiento por ese motivo?- pregunto mientras veo como se sienta y se acomoda en su gran sillón marrón desgastado por el tiempo. –No sé- me responde con la mirada al vacio, reacciona,-Sí, es cierto que él tuvo una vida dura, su padre le pegaba a su madre, era su estilo de vida.- ¿Nunca hablaste con su familia?- Intentaba conversar muchas veces con su mamá, pero la señora estaba más enferma que yo. Me mira seria. -¿A qué te refieres?-, pregunto. –Ella me decía que una mujer debe estar siempre al lado de su marido, pase lo que pase, que así es la vida.-Era su vida, le comento y pregunto, ¿Tú cómo querías vivir la tuya?- Bueno, las cosas no mejoraron cuando nos fuimos a vivir juntos, yo dependía de él totalmente y todo lo hacía pensando en que él no se molestara conmigo, las cosas empeoraron porque ya no solo eran golpes, sino también amenazas de muerte.- ¿Y tu hijita?- Ella, cuando nació, mi hija no podía soportar que ella creciera en ese entorno, además yo estaba cansada de sus promesas y sus golpes, sentí que era l hora de tomar una decisión importante para el futuro de las dos.


Aceptando ayuda

El gran reloj monocromático de la pared que está cerca a la puerta en la parte izquierda superior, nos mira vigilante mostrándonos las horas transcurridas, casi llega al medio día, Natalia ya va llegar del colegio, pocos minutos nos quedan. Mónica está tranquila porque preparó un almuerzo ligero, temprano y rápido.

¿Cómo pudiste escapar de este círculo de violencia en tu hogar?-Ya estaba cansada de todo, tenía que escapar, ser libre y feliz lejos de él- mientras lo cuenta deja a sus lágrimas correr por sus mejillas,-Un día trato de matarme, llego borracho y me pego delante de mi hija que dormía junto a mí, pero se detuvo por los llantos de la niña, se fue y yo no espere más, llamé a mis padres y esa misma noche me fui a poner la denuncia con todas mis cosas- me dice secándose las lágrimas tras recordar esos amargos momentos.

-Cuando llegue a la comisaría me atendieron bien y me brindaron asesoría legal y ayuda sicológica para mí y para mi hija.- ¿Por qué antes no acudiste tu familia o a la policía? -Pensaba, tontamente, que sería mejor callar y tratar de cambiar la situación sola, porque sentía que era mi culpa por haberme casado con un hombre así- me dice en forma triste y pensativa,-pero fue mi decisión el pedir ayuda, auxilio, consejo, fue lo mejor que pude haber hecho.-

Rehabilitación

¿Cómo ha tomado toda esta situación tu hija?-Bueno, ella ha visto los maltratos, también ha sufrido violencia, pero me están ayudando, y ella lo supera pronto por ser tan joven y porque me he alejado de ese hombre para siempre.- ¿Crees que contigo termina esta cadena de violencia? –Claro que sí, y velo por mi hija y le aconsejo para que no caiga en el mismo error que yo, dejándose llevar por un bruto, le digo que estudie mucho que el tener una profesión la ayudará a ser más independiente y que no dependa de nadie y menos de un hombre- Mientras me dice esto, una sombra se transluce, deforme, por los vidrios de la puerta, es Natalia que llega del colegio cansada y alborotada, se dan un fuerte abrazo, me saluda, la correspondo y pasa a su cuarto a cambiarse. Ya es hora de ir partiendo.

-Sé que mi hija, su vida, será diferente, ella será mejor que yo- me comenta mirando a su pequeña hija cruzar por la sala y perderse entre las cortinas cremas que dividen la sala del comedor, se nota orgullo en su rostro.- ¿Qué mensaje tienes para aquellas mujeres que aún se mantienen bajo la opresión de la violencia?- pregunto para cerrar esta entrevista.- ¡Que no se dejen, hija! Que la vida no termina ahí, en la violencia. Que sean firmes, que sean valientes. Yo soy prueba de que sí se puede salir adelante, sólo tienes que poner en tu mente y darte cuenta que tú vales mucho y nadie debe tratarte así. Busquen ayuda, que ahora si hay personas que escuchan la voz de las mujeres maltratadas y las hacen respetar.

Con una sonrisa en su rostro, Mónica se despide de mí, el recordar tantas cosas crueles y fuertes en su vida, no le han quitado las ganas de seguir buscando un futuro mejor para ella y su hija. Esta mujer que aparenta fragilidad, al mirarla por segunda vez desde el marco de su puerta despidiéndome, se la nota decidida, segura, y feliz.


Pamela Alarcón